Costa Rica.
Corría el mes de
diciembre de un
verano seco y
caluroso.
los rayos del sol se
reflejaban en los
techos de zinc en
las humildes casas,
del pueblo en
Pochote de
Tambor, Puntarenas.
Doradas chispas
salían del fogón de
la casa la cual tenia
el piso y las
paredes de madera
y había sido
construida sobre
basas, con
ventanas en cada
uno de los cuartos
con que contaba
Doradas lenguas
de fuego salían de
astillas de madera,
o “leña” de primera.
como solía decir mi
abuelo Juan.
Ahí predominaban
el madero negro,
ojoche, Cenízaro,
Guapinol entre otros.
Pequeñas y
blancas nubes de
humo
Acechaban lo ojos
de quienes se
acercaban
A la cocina
Donde “mamita”
como le decíamos,
preparaba el
delicioso café
Chorreado,
acompañado
siempre
Del picadillo de
papa
Y de las tortillas
palmeadas por sus
ágiles manos.
Mi abuela Rafaela,
tenía unos ojos
pequeños y
vivaces,
maltratados por
los años y por el
humo de los
tizones al cocinar
en su fogón
Su cara colmada
por cientos de
pequeñas arrugas,
que la certificaban
como una mujer de
avanzada edad y
con gran
experiencia en su
vida como
campesina
Se acercaban las
fiestas navideñas y
algunas de mis tías
la visitaban, para
ayudarle en la
preparación de los
tamales y otros
platillos que se
degustarían en
esos días de
celebraciones de la
navidad y fin y
principio de año.
En las tardes los
vientos del norte y
las hermosas
noches estrelladas
Nos llenaban de
alegría, y nos
recordaban que
estaba cerca el
nacimiento del niño
Dios, con el que
llegaban los
regalos Y los
estrenos.
Se formaban
tertulias en el
corredor de la
casa.
Donde “papa Juan”
como le
llamábamos sus
nietos. Nos
contaba viejas
historias del
Cadejos, la llorona,
La Tule Vieja. El
padre sin cabeza.
los duendes, y
muchas otras más,
Cabe destacar que
después de esas
tertulias algunos de
nosotros, sobre
todo los más
pequeños no
podíamos dormir,
asustados por
cualquier ruido.
Como el canto de
un cuyeo,
el lejano aullido de
un coyote, el
maullido de algún
gato enamorado,
Una vaca que en el
corral había
bramado
escuchar de una
gallina el cacareo
Es tan bello
recordar
Esos tiempos que
se han ido
Los que en el
campo hemos
nacido
Y la llegaba de la
Navidad,
Hemos vivido.
En verdad,
Nuestra infancia.
Tuvo gran sentido.
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