Anoche me llevaron gallo,
Entre tantas parvadas,
Entre mucho ruido.
Abracé el desvelo de la madrugada sin apetecer otro sonido
Y fue tan cálido el canto pero vacío el pesar de los años.
Anoche, jugué a que te quería,
Enrede entre mis pijamas,
La sinfonía con tu boca,
La balada de esos ojos que te palpitaban.
Me cantaste con el querer de todos los días,
Con tu pecho enrojecido
Y el placer de los sonidos.
La guitarra
Lloraba con el desliz de las notas que clamaban que te callaras.
Quizá fui egoísta y no te merecía
Pero prefería que anduvieras conmigo sin amarte un poquito.
I.
Crujiente fue el sabroso diente,
Que mordía sin pena el tulipán que me trajiste.
Porque tenía tanta hambre,
Tanta insatisfecha
Que terco mi cuerpo,
Despedía a gritos que lo tomaras y te marcharas
Y solo reclamaste al callar el gallo:
-¡Ay María!, baila conmigo,
Suéltate un poco el cabello,
Pinta mi vida con tus colores rosa marchita-.
Pero mis jaurías se volvieron ecos que hablaban,
Como amantes locos de celo.
Como partículas que se han de preguntar:
¿Qué somos en realidad?
Y el lagrimar ardía aunque no más mi corazón por tonto, vacío.
Y mis pestañas y todo lo que quedaban de ellas, resonaban tercas
¡Porque estaba sufriendo!
Y dolía aún más la inalcanzable tristeza
Que la sangre cayéndose junto a tu camino.
Anoche desperté del canto
Di un suspiro de luz
Grité
Te espanté
Comí de tu diente
Y me diste un piquetito.