Llegue como la noche. Atravesé el tempo y subí hasta su cuarto antes que las gotas de lluvia como pétalos que se deshojan se anunciaran en el ventanal. Miré en silencio como se bifurcan los árboles, y el aire en remolino arranca las flores débiles, así como las lágrimas que se han perdido.
Regresé, tan pronto como me despedí: entre lágrimas y añoranzas, esas que golpetean al corazón y el sentimiento en su intangible sonido desprende un aroma relajante. Entre los grandes árboles que se abrigan entre sí, entre el arrullo del viento en cambiantes matices.
El tiempo, por el contrario no se contempla. Los pájaros en su trinar muy de temprano vuelven un paralelismo la noche y el amanecer. La luna en su timidez se marcha sin despedirse, no obstante las palabras quedan en duelo.
Guarde celosamente el color de sus ojos, lo sutil de su sonrisa, el vaivén de sus caderas…Mientras la miró “ verbi gratia” dormí sin poder rozar sus labios ,sé , que soy un ángel que pasa.
¿Todo sigue como lo deje? Las cortinas rosas, la mecedora del abuelo, donde pasaba largas tardes de lectura y lo que más amo, la foto en el bosque cuando me dio la noticia de que sería papá.
¿Lo recuerdo bien?
Esa tarde compartíamos la felicidad. Una de las grandes cruzadas habíamos vencido. Desde que la afrontamos juntos, noches y días parecían eternos. La noche, en complicidad con las estrellas parecía burlarse. Aquél signo zodiacal brillaba más. Pero su amor, como coraza impenetrable me hizo indomable.
La dulce gravidez de su cuerpo, cada día en mi vida se santifica. Como la tercera palabra: siempre te amaré.
Como capullo de mariposa queriendo ser libre brotó. Mis manos sintieron su piel, su respiración, el latido del corazón. Nada empañaba la dicha. Le enseñe a través de la ventana: la alborada, las estrellas y las cambiantes formas de la luna.
Cuando me entere del diagnóstico, me vino a la mente la muerte. Cambiaron las tardes y las madrugadas, cambiaron las sonrisas por lágrimas, el breve espacio por camas de hospital. Mi cabello como hojas en invierno, mis dientes como mares sin perlas, y mis palabras como el silencio en la noche triste.
Pero nunca el tiempo…
Hasta el último aliento luché por ellos. En la oscuridad que cubre mis ojos casados. En el eco de su risa, en el aire que se transmuta en un beso.
¡Me venció!
Atravieso el intervalo de nuevo (de regreso). En medio de la alegría y el dolor. De la despedida y el adiós sin fin triunfante. Como una montaña rusa, llena de giros inesperados que te llevan, sin previo aviso.
Pero estaré aquí para ti, para lo que necesites…
Tu esposo.
FIN.
José García
Yucatán, México/agosto2019.
Lo lúgubre no le restó ni quitó encanto a esta historia. Me parece tierna, amorosa y eso la hace “bella”. Felicidades
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Siempre tan bien llevado el relato José, he pedido ver esas cortinas rosas, la mecedora.
Lo haces muy real.
Enhorabuena!!
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