“El mundo entero dejó de respirar esa mañana. La conquista a la Luna era ya una realidad. En la tierra, la tensión es alta anunciaban la trasmisión por televisión. Recuerdo que papá, compró una en colores blanco y negro unos días antes”.
Después de las ocho de la mañana sentados en el sofá los cuatro esperábamos el momento. A mis siete años solo seguía el entusiasmo de los demás. Algunos vecinos aprovecharon el día de asueto y organizaron un guateque en el vecindario. Creo pensar significaba algo para ellos.
“Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”
Al siguiente curso escolar la hazaña que los tres astronautas realizaron ya era materia de comentario. Hasta en obras teatrales lo incluían algunos chavales, se las ingeniaban para hacer sus trajes con papel de aluminio que pedían prestado a la abuela.
Tanto se nombraba la luna que una noche la vi especial. Claro iluminaba a Clarita, mi vecina, cargando sus bolsas de basura en la parte trasera de su casa. Vestida con overol azul, tenis de pana negros y su pelo color de elote aprisionado con una diadema blanca.
¡Ah¡ Ella si me enviaba a la luna .
¿No es que sea tímido? Tenía todo para hablarle y sepa de mí (andábamos en la misma escuela y salón) pero su popularidad la mantenía tan distante como las estrellas. Y más que andaba con el engreído de Abel, el poste de 1.80 de alto. Debo reconocerlo aquel sabía de constelaciones y yo, solo de juegos de Atari.
Con cierto atisbo detrás de cualquier árbol que me camuflaba la miraba. Como presentarme ante ella sin anteojos, andaría a ciegas y podría cometer cualquier torpeza. Solo aquellas tardes noches que ella giraba en mi orbita, sentada en los escalones de su casa, me sentía un satélite cercano.
Vinieron las competencias escolares. Ella , entró de porrista y lucía como toda una estrella. Y como pegote aquel, al que todos los compañeros lo tildaban de fanfarrón — ¿Solo porque su papá fue un deportista brillante en su tiempo y gozaba del cobijo del director?
“De futbol nada imaginaba, sabía que la pelota es redonda y que todo lo que sube tiene que bajar”…
Así que por tal de llegar a ella, me calce los zapatos y a correr como loco tras el objeto circular. Unas vueltas antes de entrar al campo, me hubieren dado algo de gravedad para no sacar la lengua de cansancio. Leí que la luna es el único satélite natural de la tierra y así quería tenerla.
Recuerdo que la abuela repetía:” Cada que veas la luna llena, pide un deseo con todo tu corazón, no pidas cosas de valor o de venganza…que todo fluya de amor”.
Después de terminar aquel juego de futbol y haber metido tres veces la redonda en la portería contraria todos los satélites giraron en mí. Sé que no se vale hacer trampa en contra del enemigo…pero él, no lo era. Abel, sólo sufrió una confusión de zapatos y sus caídas fueron por el campo gravitacional de la tierra.
La luna ha fascinado a la humanidad a través de los tiempos. Clarita, me fascino desde que la miré adornando las estrellas…
FIN