No sé si seguir soñando
que me amas, que me esperas,
porque al final de cada día
me extingo en el balance doloroso
de tu amor que nunca llega.
No sé si llegará algún día
en que despierte el corazón
despojado de tu esencia,
ese día neutral en que no seas
nadie, nada, ni agua, ni ave,
ni canto, ni semilla, ni follaje,
como si no hubieras existido nunca,
como si no te hubiera hallado antes.
Así pasaría junto a ti sin doblegarme
como un mástil, como un navío,
como un potente remolino sin amarte,
sin reconocer tus ojos, tus palabras,
tus manos y tus pasos.
Entonces saldría gritándole a la noche
que me he vuelto una piedra luminosa,
un pedazo de planeta,
una ola navegante.
Que aparezcan solo las cadenas en la tierra.
Tal vez suceda así, porque verás,
no soy el dueño del tiempo que camina,
de la hebra azul
que teje la red de la paciencia,
del río rojo que corre en nuestras venas
y que sube al corazón como una hélice.
Tal vez podría ser así, si cierras de continuo
tu mirada a la ofrenda
de los cantos y los besos.
Pero eso podría ser mañana,
porque ahora sueño que me amas,
y de nuevo soy como la miel
que se desliza de un panal de fuego
siguiendo tu mirada y tus pasos,
que se alejan siempre mientras más te busco.
Pero amor, que voy a hacer,
si solo tengo el humo de los sueños,
el murmullo de la esperanza,
aunque al final de cada día,
me extinga en el balance doloroso
de tu amor que nunca alcanzo.