Quisiera tener una máscara,
que oculte mis lágrimas
y lastimosas ojeras
impregnadas de llanto
y mil noches en vela.
Que esconda el infierno de horror
que mis ojos reflejan,
que cubra mis líneas marcadas
de espanto y condena.
Una máscara…
que tenga dibujada una sonrisa,
para no tener que explicar
porque mis ojos se apagaron
y mis mejillas no brillan.
Sí, una máscara
para salir cada día,
que tape mi palidez
y con sutil encanto
mi trágica agonía.
Y, tal vez…
no quiero una máscara,
porque no quita el dolor
ni sana el alma,
solo me tendría cautiva
en una prisión de grandes mentiras,
del lastimoso engaño
¡de la verdad de mi vida!