Pérfidos ojos te heredó tu padre,
de un frio turquesa incandescente,
son la cruz que cargará tu madre
al educarte vil e indiferente,
fuiste un portento al vivir
siendo hijo no planeado,
si te tuvo que parir
fue un suplicio aletargado.
Con la nieve en el pellejo
y relumbrante el cabello,
¿Te aprestas para ser viejo
con el estigma hasta el cuello…?
A simple vista no atenúas o previenes
que la mariposa geste de un gusano,
¿Es la nada entre tus sienes
el sendero más humano…?
Sin conocer soy secuaz
de tu reclamo a la vida,
y de manera falaz
¡Lucho una guerra perdida…!
Reptan con asco tus manos
mi sendero virginal,
y emergen tus traumas ancianos
de pérfido, sucio banal;
sin yo poder evitarlo
haces de mi cuerpo un instrumento
y gozar al lesionarlo,
¿Ignoras que la mielina no se creó para el jumento…?
Todo enrosca en espiral
al mirarme en el espejo,
mi figura fantasmal
y tu sonreír perplejo.
Te ostentas un paladín
en tu mente sin cordura,
sueñas ser espadachín
de recio porte y armadura.
Del fruto de tu aventura
quedó plasmada en mi piel,
la vida de una criatura
que amamantaré con hiel.
Es muy diminuto el mundo
que entrelazara el camino,
¡Tú de amor en vagabundo,
Ella tesorera del destino…!
Tus pupilas sollozantes,
rictus triste, y una mueca en tu boca,
¡No sanaran las heridas de antes
en un tierno corazón de roca…!
Ya sabrá por mi enseñanza
de la falsa calidez y el hielo,
del dolor y la venganza
del llanto y el desconsuelo.
Como Eva en el edén
utilizó la manzana,
¡Juntas diremos amén
en tu tumba cortesana…!
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