Ella,
que se sentía rota,
una mujer con cicatrices,
no tenía ya nada,
perdió su sonrisa escarlata
en un rincón de su alma.
Ella,
que solía vestirse de flores
y bailar con la lluvia abrazada,
cantando a las nubes de coco,
canciones de alegres adornos.
Se quedó quieta…
con el cuerpo oxidado,
llorando intensos dolores
y en sus ojos delirantes
morían sus versos de a poco.
Ella,
arrastrando sus pies espinados,
deambulaba en la noche sin cielo,
tropezando y a veces cayendo,
levantando mil veces sus sueños.
Ella,
juntó sus pedazos tirados,
parchó cada grieta,
cada hueso,
sintió gran amor por su cuerpo,
Lo cubrió con escudo obsidiana
y armadura esperanza.
Ella,
sonreía, se abrazaba,
perdonó sus miedos,
contempló la luna,
entendió que un regalo es la vida
y decidió luchar cual valquiria
contra el mal que aplastaba sus días.