Negras notas canta el alma
con ukelele borrascoso,
y de sus matices suaves,
serpentinas doradas nacen,
alegrando la placita
de sus soledades.
Y con whisky colapsado,
vacilante inspiración y partitura;
los ojos secos lloran
de la voz olvido,
recuerdo mudo,
vivía un día, moría dos.
Y aún con tempestades
sus vestidos ha pintado
con arrullo de violines
que entretejen los colores
de sopranos encendidos
con listones de un amor.
Súbito rayo sacudió su mundo,
recordó el olvido,
sonrió flores;
volvió a ser quien era,
despistada estrella.
¡Dueña de los bemoles de su voz!