Cada músculo, cada hueso
duelen
ante el acercamiento de la muerte.
Se escuchan lamentos,
infinidad de sollozos.
La tierra se impacienta
por ver entrar
ese cuerpo marchito,
acabado entre dolencias.
Cada partícula
sabe que en cualquier momento
terminará su tarea,
ya no estará más
en movimiento su silueta,
no la encontrarás en las calles,
se acabará su ciclo.
Buscaremos
un enterrador de reliquias,
pues es una de ellas,
en un cementerio feliz,
donde dicen las lenguas
todos ahí descansan.
Dudo mucho que
se pueda descansar
ante tal tristeza eterna.
Lágrimas falsas y arrepentidas,
quejidos efímeros de ocasión.
Mañana continuará la fiesta,
porque sólo a ese cuerpo
lo abrazó la muerte…