Por Wilberth Bermúdez Ch.
Cuando llegaste a mi vida,
lo hiciste sin avisar;
penetraste sin tocar,
no podré olvidar ese día.
Llegaste como la brisa
que recorre el valle entero;
como viento mañanero
que se acerca a toda prisa.
Hoy cuando escucho tu risa
como hermosa melodía,
me invade gran alegría
que a mi corazón hechiza.
Eres un trozo de cielo
que el señor me ha regalado;
tú eres mi nieto adorado
y yo el orgulloso abuelo.
Has ocupado mi mente
desde que aquí apareciste;
ese día me convertiste
en un hombre diferente.
Lograste cambiar mi mundo,
donde no existía nada;
penetraste a lo profundo
de mi alma desolada.
Le doy las gracias a Dios
por tan precioso regalo;
sólo me resta educarlo
y darle todo mi amor.